jueves, 10 de mayo de 2007

De cipreses

Estábamos en la clase de Hispano I (para mayores datos, Literatura Hispanoamericana; ahora es Literatura Latinoamericana) y había que leer en grupo unos poemas románticos (del romanticismo, obvio). Un de los textos era “El ciprés” de José Eusebio Caro. Alguien comentó que los cipreses eran característicos de los cementerios (bueno, ahora ya sé más de su simbología, pero en ese momento…) y salto yo y digo que en mi casa teníamos uno en el patio: carcajada general (la mía también sonó, creo). Lety, ¿estabas ahí?
Bueno, a mí me enorgullece decir que tengo algarrobos en mi patio… Ese ciprés ya no está más. Hubo que sacarlo: estaba pegado a la casa y cada vez que había viento... Recuerdo que nos fuimos con mi mamá a la plaza, para no ver (ya llorábamos)… Además, podía caer sobre la casa, era muy alto y casi… En la plaza hay muchos… En el cementerio también. A mí me gustaba el mío, era casi tan alto como la antena de tres tramos (y eso que mi casa es alta). Ahora se acabó la competencia: cero antena, cero árbol. Queda el inmenso tronco trunco que sostiene un clarín de guerra. Hemos perdido ese perfume característico del árbol (si habremos cortado ramas para Navidad) y el montón de piñas que tapaban las canaletas…
En la plaza hay uno, cerca del tobogán y de las hamacas, que era nuestro favorito. De esto hace unos 18 años (tanto tiempo, ¿así?). Nos gustaba (a mí y tres niñas más) subir por las ramas bajas y trepar unos cuantos metros, los suficientes para ver las primeras luces que se encendían al caer la tarde. Si me habrá acusado mi hermano… Decía que yo andaba trepada a los árboles y que no sé cuántas cosas más… Y tenía razón, si trepaba hasta de pollera, jajajjajaj… ¿Ellas se acordarán de esto tanto como yo?
Elijo esta foto de 1966. La plaza ha cambiado. Pero me gusta esta foto tomada desde el campanario porque hay una persona apoyada en un árbol. ¿Quién sería? Quizás nunca se entere que su imagen sale en este blog y en las páginas de un libro…

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