
Quizás algún día, de los primeros de cada mes, tengás que ir a Salta 311. Quizás encontrés algún voluntario que vaya en tu lugar.
Quizás no.
Podés tomar tu dosis de paciencia, si es que te queda un poco. Podés contar hasta diez y suspirar. Podés encarar y saludar un par de caras conocidas. Podés tener suerte y encontrar con quién conversar en la fila. Podés contar los minutos y leer todas las prohibiciones que se pasan por alto.
No podés.
Querés salir rápido de ahí. Querés evitar la espera. Querés cruzar de una vez la plaza. Querés sumar y no restar.
Tal vez esas dos horas que pasaste en esa cola espiralada, afuera y adentro, te hayan mostrado algo más que el paisaje invernal y las oficinas del banco.
Sí, eso es seguro.
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